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Los efectos de la llamada guerra climática o cambio climático en las zonas árticas ricas en hielo han producido una espiral de descongelación sin aparente freno. La ausencia de este hielo ha desembocado en diversas consecuencias, siendo una de ellas el inicio de la inestabilidad del suelo, que ofrece como resultado paisajes de thermokarst.
Thermokarst es una palabra rusa que se define como aquel paisaje caracterizado por ondulaciones y depresiones en el Ártico resultantes de la descongelación del hielo de la zona. En la actualidad se han identificado hasta 23 tipos de paisajes de thermokarst.
Una reciente investigación señala que el permafrost (hielo permanente) sirve como elemento de unión de los sedimentos de los terrenos fríos como el Ártico. En el momento que este desaparece, comienza una remodelación del terreno que se manifiesta principalmente en dos sucesos:
Los sedimentos se separan por la falta de ese “cemento” que era el hielo y, por lo tanto, la tierra se hunde y se forman depresiones que se llenan del agua derivada de la descongelación y de las precipitaciones. Estos lagos de thermokarst rebosantes de agua aceleran la descongelación del terreno circundante y de su interior emana el gas metano de los componentes orgánicos antes atrapados por el permafrost.
Zonas de sedimentos ricos en gas (taliks) se descongelan debido a distintos factores (como la presencia
de agua tibia) y empiezan a emanar gas por debajo de las capas del permafrost. El gas ejerce presiones en la tierra hasta formar una ondulación que puede disiparse y/o explotar, formando en el proceso cráteres que pueden llenarse de agua.
Este último fenómeno se ha hecho cada vez más frecuente durante los últimos años, dando lugar a cráteres de hasta 50 metros de ancho. En cualquier caso, el resultado es un paisaje lunar más bien propio de un campo de batalla.